Freder, hijo de Fredersen, dueño de Metrópolis, vive como en un sueño en su fantástico mundo ideal. Hasta que un día descubre la pobreza de los obreros y el abuso al que están sometidos. Enamorado de María, una joven que quiere movilizar a los obreros con buenas palabras, entra en el submundo de las máquinas y de los trabajadores para estar cerca de ellos. Mientras Rotwang, el sabio y amigo de Fredersen, está construyendo un robot al que le quiere implantar la apariencia de María para movilizar a la masa obrera con violencia, para así tener la excusa de usar la fuerza contra ellos.
Película que ha llegado incompleta a nuestro tiempo, de la que se ha realizado un montaje de casi dos horas siguiendo la original, insertando texto para explicar lo que va sucediendo sin las imágenes extraviadas. También existe un montaje de 1984 con música de Giorgio Moroder coloreada artificialmente, reducida a 84 minutos, y con cambios substanciales.
Dirigida por Fritz Lang en 1925/26 se ha convertido en un icono de cinta futurística. Desde sus decorados gigantescos, en los que aparece la urbanización vertical de la ciudad, hasta la construcción de una máquina para substituir al obrero.
Muestra una sociedad futura distópica, y se puede tomar el guión como una crítica a la sociedad, en la que los ricos viven en las alturas de sus rascacielos, y los obreros con sus familias en el subsuelo, con las máquinas. Actualmente esta crítica sigue actualizada, nada cambia. Todo muy bien mostrado por Lang, quién sabe aportar fuerza al relato a pesar de ser un film mudo. La película tiene una gran fuerza visual y el hecho de ser cine mudo, su larga duración y la manera de moverse de los actores, no le resta énfasis al film, al contrario.
Considerada como uno de los máximos exponentes del cine expresionistas alemán, a pesar de que muchos la marquen en su mayor parte como mezcolanza de futurismo con art déco. De hecho, Lang estaba más interesado en el contexto arquitectónico y técnico del film, que no en el contenido moral del mismo, esto estaba reservado a Thea von Harbou (guionista) quién posteriormente entraría en el partido Nazi.
Con el contenido humano y social que tiene Metrópolis, fue considerado el primer film Memoria del Mundo por la UNESCO, a los que posteriormente se ha unido El mago de Oz de Fleming (1939), Los olvidados de Luís Buñuel (1950) y algún documental realizado por los Hermanos Lumière.
Metrópolis es un excelente film que a pesar del paso de los años y de ser cine mudo, cosa que actualmente en general nos cuesta ver, tiene todavía un fantástico visionado, con unos decorados increíbles, gran puesta en escena y una narración rápida e interesante para todos.
Los actores realizan una actuación más que correcta, interpretan sus papeles a la perfección con esa sobreactuación típica del cine mudo y de la época. Da gusto ver a María (Brigitte Helm) contorsionarse en frente del público que la desea, o ver la bondad y la pasión en la cara de Freder (Gustav Frölich).
Film que sorprenderá al más escéptico. Se merece un visionado completo para ver una de las mejores obras del cine, a la que el paso del tiempo curiosamente le ha hecho un favor, estará mucho mejor valorada en la actualidad por su trasfondo y por sus decorados.
Cinta que aporta muchos iconos en la actualidad, de la que todos o muchos hemos visto las clásicas imágenes de la polis de Lang como del robot construido por Rotwang.
SALVA VILA
FICHA ARTÍSTICA:
TÍTULO ORIGINAL: Metrópolis
DIRECTOR: Fritz Lang.
GUIÓN: Thea Von Harbou (novela del propio Von Harbou), Fritz Lang (uncredited)
MÚSICA: Bernd Schultheis & Gottfried Huppertz (y varios compositores a lo largo de los años)
FOTOGRAFÍA: Karl Freund & Günther Rittau (B&W)
REPARTO: Gustav Frölich, Alfred Abel, Brigitte Helm, Heinrich George, Rudolf Klein-Rogger, Theodor Loos.
PRODUCTORA: UFA
ESTRENO EN ALEMÁNIA: 10 Enero 1927
DURACIÓN: 120 minutos
Impresionante clásico, sí señor.
Personalmente tuve la increíble suerte de verla recientemente en pantalla grande en el Festival de Sitges y me fascinó absolutamente. Se proyectó en el impresionante Auditori Melià, y, a pesar de ser una película muda de dos horas de duración, mantuvo al público completamente absorto en un ambiente habitualmente festivo como es el Sitges Festival.
Totalmente de acuerdo en que merece un visionado completo, me atreviría a decir que obligatorio, para todo fan del auténtico cine.