La casa del diablo

La casa del diablo

Hay una escena en The House of the Devil (La casa del diablo, Ti West, 2009) que ejemplifica a la perfección lo que el director pretende ofrecernos en su película. Megan (Greta Gerwig, en uno de sus primeros papeles para la gran pantalla) está sentada en un sofá de la diabólica casa del título. Espera pacientemente a su amiga Samantha, quien se encuentra en una habitación contigua hablando con el padre del pequeño a quien se ha ofrecido cuidar durante la noche en la cual sucede la historia. Megan coge un caramelo de una bandeja frente a ella y se lo lleva a la boca, se toma su tiempo, lo degusta y lo escupe asqueada, la cámara se acerca a su rostro, la chica coge otro caramelo y lo vuelve a probar, esta vez no hay rechazo y agarra un puñado que introduce en su bolso. Durante un largo minuto, la secuencia se produce en completo silencio y; sin embargo, hay algo muy turbador en ella.

Es difícil no mirar la pantalla con miedo, sentir el vello erizarse bajo la nuca. La realidad es que esta secuencia no tendría el menor efecto en la audiencia si, de antemano, no se hubiesen dado ambiguos indicios de que sucede algo extraño en la casa, de que algo no va del todo bien.

Con seis largometrajes a su espalda, el último de ellos, The Sacrament (2013), presentado en la pasada edición del Festival de Sitges con críticas tanto a favor como en contra, Ti West ha conseguido labrarse una carrera de renombre dentro del panorama actual del cine de terror por su personal tratamiento de los códigos del género. Desvinculado de los efectismos baratos y del uso indiscriminado de la violencia como herramienta de desagrado visual, el cine de West juega con la sutileza narrativa y la dosificación de la información ofrecida al espectador. Precisamente, los momentos más aterradores de la cinta suceden en sus dos primeros tercios, antes de que el cineasta revele su furia contenida en un impactante acto final. Todo ello gracias al inteligente uso del silencio, ese elemento tan incomprensiblemente marginado por el cine de terror actual. Y es que, si uno se atiene a la realidad de lo que está viendo, el periplo nocturno de Samantha por la diabólica casa está exclusivamente plagado de crujidos de la madera, de goteos, de inaudibles pasos en los pisos superiores y de respiraciones aceleradas. Los efectistas aunque increíblemente tramposos efectos de sonido o de música no pertenecen a la lógica interna del relato.

Por otra parte, el director logra la difícil tarea de crear una película de terror llamativa haciendo uso de la desgastada temática de la adolescente aterrada por una amenaza desconocida en un lugar aislado y de grandes dimensiones. West aporta una vuelta de tuerca más al género al aunar lo tradicional con lo moderno, la sugestión con lo tremendamente explícito. Y es que, si viajamos unas cuantas décadas atrás, es fácil encontrar similitudes estéticas entre clásicos imperdurables como Rosemary’s Baby (La semilla del diablo, Roman Polanski, 1968) o Halloween (La noche de Halloween, John Carpenter, 1978) y The House of the Devil. El granulado de la imagen, el uso de zoom en planos con fuerte profundidad de campo, la artesanía en los efectos de maquillaje, el uso de la luz como recurso expresionista… Todos estos aspectos remiten a una época dorada del cine de terror, una época donde la creación de un estado anímico en el espectador era crucial para el éxito de estos largometrajes. Sin embargo, West es consciente que está dirigiendo su película en 2009 y no se conforma con generar una atmósfera opresiva mediante una pausada agregación de pequeños detalles extraños, sino que construye un potente clímax (algo que no ocurre en su posterior gran triunfo, The Inkeepers (Los huéspedes, 2011), donde extiende el ritmo lento y pausado hasta casi los últimos quince minutos de película, consiguiendo un resultado algo desigual aunque obteniendo varias escenas que realmente consiguen generar una taquicardia en el público) que remata y pone punto final al ascenso, o mejor dicho descenso, de la protagonista a los infiernos de la casa.

Ver The House of the Devil supone aceptar una forma perdida de ver cine de terror. Supone desligarnos de la facilidad de ciertas películas donde el contenido viene ya masticado y preparado para ser digerido sin mayores complicaciones, y aceptarnos como individuos predispuestos a no obtener todas las respuestas o, en todo caso, a no obtenerlas de inmediato. En definitiva, supone permanecer, durante poco más de hora y media, inteligentes.

JUAN PRIETO

Trailer de The House of the Devil


 Ficha técnica:

Título original The House of the Devil
Año 2009
Duración 95 min.
País Estados Unidos
Director Ti West
Guión Ti West
Música Jeff Grace
Fotografía Eliot Rockett
Reparto Jocelin Donahue, Tom Noonan, Mary Woronov, Greta Gerwig, AJ Bowen, Dee Wallace

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